Ahora que se acercan las elecciones, me planteo algunas cosas que tienen que ver con nuestra profesión y de las cuales nunca se habla –quizás por vergüenza y sólo en determinados foros- que tiene que ver con ese anglicismo puesto de moda bajo la palabra de mobbing y que traducido a lo más castizo de nuestro idioma, significa, acoso en el trabajo o eufemísticamente psicoterror laboral. Vamos que te hacen la cama, la puñeta, el vacío, te ignoran, insultan y demás palabras que esas si entiende todo el mundo y que están a la orden del día.
Dicho esto, sufrimos mobbing por parte de los políticos de todos los colores y pelaje, a los que no tenemos más remedio que obedecer, pese a su falta de criterio, conocimiento y ética sobre esta más que digna profesión. Mobbing de otros compañeros que no tienen otra forma de progresar sino pasando por encima de otros colegas de trabajo, dejando un reguero de cadáveres a su paso, sin importarles lo más mínimo sus formas y comportamientos. Mobbing por parte de la ciudadanía que nos culpa de los errores que son fruto de una mala gestión política y de la ineficacia de una administración que no está creada para poder gestionar la cultura. Mobbing por parte de los artistas y creadores que creen que no les escuchamos y que actuamos como cancerberos de la cultura impidiendo que sus trabajos vean la luz. Mobbing por parte de pseudo profesionales metidos a gestores culturales, que invaden nuestro espacio de trabajo, asesores de no se sabe bien que, periodistas metidos a gestores, filólogos metidos a conservadores de museo o directores artísticos. Mobbing por parte de directores artísticos que cobran una pasta gansa y que se convierten en censores y guardianes del buen gusto, sin importarles nada los públicos, las personas que trabajan con ellos. Mobbing por parte de los gestores culturales y políticos de otras administraciones públicas o privadas que ven en el otro un enemigo al que hay que desacreditar de cualquier manera, para justificar así su incompetencia. Mobbing por parte de productores, managers y demás profesionales que nos acosan hasta la extenuación, para que contratemos a artistas mediocres y de medio pelo que sólo buscan un rápido beneficio a cualquier precio. Mobbing por parte del personal directivo de empresas públicas, organismos autónomos y demás espacios, donde impera la ley del más fuerte y donde lo que menos le importa es que le gente se cultive y salga contenta. Mobbing por parte de los críticos que como estómagos agradecidos que son de determinados intereses, agreden por escrito y por la boca a todo aquello que no pasa por el aro de sus intereses. Mobbing, mobbing, mobbing.
Quizás suframos una suerte de síndrome de Estocolmo, o la negación de aquella persona que se siente vejada y por vergüenza lo calla durante una penosa y larga vida profesional. ¿Cuándo nos dejarán hacer nuestro trabajo en condiciones? ¿Por qué nos niegan el derecho hasta de equivocarnos? ¿Por qué opina todo el mundo de nuestro trabajo, sin tener elementos de juicios suficientes para poder juzgarnos? Y así una retahílas de preguntas que nos podemos llegar a hacer.
Esta crisis económica y de valores, nos pasará factura, ya no volverán los tiempos de las vacas gordas y esos hará que seamos cada vez más acosados desde todos los frentes. Seremos una especie de chivo expiatorio, de excusa, de patito de feria al que habrá que disparar. Tenemos la obligación de prepararnos mentalmente para poder soportar una situación cada vez más complicada. Quizás estemos en disposición de decir que más que de gestión cultural, nos dedicaremos a la indigestión cultural.