Últimamente ando un poco preocupado -será por la crisis en la que andamos inmersos- eso sí unos más que otros. Por el momento, soy afortunado de tener para pagar las letras del coche, la hipoteca, la guardería, y algunos vicios como la fotografía. Pero volviendo a mis preocupaciones, me estoy dando cuenta que cada vez más, la gente presta menos atención a conquistas sociales que hemos ido ganando con el paso de los años, siendo una de ellas la cultura. En esta época de crisis económica pero también moral, asistimos a una suerte de diálogo pendenciero que entiende que la cultura no es un gasto de los denominados como gastos sociales. -Será que la cultura es y se hace para mandriles o monos titís- Históricamente la cultura en este país y en esta tierra ha sido vista como un gasto, y nunca como inversión y oportunidad.
Evidentemente no reivindico aquí, que gastemos dinero público mientras existan personas que pasen hambre o carezcan de necesidades básicas, pero de ahí a recortar sin criterio ni rigor los presupuestos destinados a lo cultural va un buen trecho. Con lo mal que andan las maltrechas arcas públicas, la política cultural se atrinchera en la manida frase de: “es que no hay dinero, lo siento, ya sabes la crisis” y mientras algunos aprovechan la coyuntura para repartir el poco dinero que queda con menos rigor y más clientelismo si cabe, que nunca. Miopía, ceguera, intrigas palaciegas, y sobre todo, falta de ideas son pan nuestro de cada día. Seguro que algunos del sector conocen numerosos ejemplos por toda la geografía española, y encima asistimos en determinados centros de producción cultural pública, a la subida de sueldo de determinados personajes, haciéndolos además personal laboral fijo, y demás estrategias sibilinas, mientras congelan o disminuyen el sueldo de otros trabajadores, cerrando las convocatorias públicas de empleo.
Esa es mi preocupación, la falta de ética de una sociedad como la nuestra, donde se instala una suerte de discurso posmodernista del todo vale, del sálvese quien pueda, del que hay de lo mío, donde los sindicatos y los partidos políticos no actúan, donde los compañeros trabajadores callan o miran para otro lado, en fin lo habitual de estos tiempos convulsos y comprometidos. Creo que Claude Levi-Strauss se equivocaba al decir que “basta frecuentemente una frase corta para derribar un poder”. Aunque suene políticamente incorrecto, habrá que “echarse al monte” y convertirse en una suerte de “maqui cultural” a lo Ramón Vila o José Castro, realizando emboscadas y guerra de guerrillas - a sabiendas que la guerra está perdida de antemano- sobre estos cuatreros de la cultura, de pensamiento fascista camuflado con indumentaria de “progre” o vestimenta de traje y corbata de “juppie cultureta”.
A veces me gustaría tener la lucidez de Arturo Pérez Reverte y poder emplear el lenguaje de una manera más eficaz, como un francontirador apostado en un campanario en una de esas tantas contiendas que cubrió como corresponsal de guerra y poder disparar con palabras lo que veo a diario en esta asquerosa sociedad de caprichosos y prima donnas.
Arturo dejó de ser corresponsal de guerra en parte porque vio de primera mano la condición humana, sin embargo, ahora no hace falta una guerra de los balcanes, o una invasión de Iraq, para que veamos día a día, esa condición humana al más puro estilo hobbesiano de que el hombre es un lobo para el hombre.
Señores, pasen y vean....
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